El yoga no se trata solo de realizar una postura física, sino de sumergirse completamente en ella. Al estar en una postura, se invita a la mente a estar presente en el momento, cultivando la atención plena y la conciencia del cuerpo y la respiración. A través de esta práctica, se busca alcanzar una conexión profunda entre la mente, el cuerpo y el espíritu. Estar en la postura implica una entrega total, dejando de lado las distracciones y los pensamientos que nos alejan de la experiencia presente. Es en este estado de entrega y presencia donde se encuentran los beneficios transformadores del yoga, ayudando a calmar la mente, fortalecer el cuerpo y cultivar la serenidad interior.
“El Yoga es un arte y una ciencia de la vida”
Indra Devi
A continuación, te presentamos una breve guía que proporciona una visión al detalle sobre como practicar las asanas de yoga. Estas indicaciones te permitirán profundizar gradualmente capa por capa para adentrarte en el estado meditativo.
Primer paso: El plano físico
- Alineación del cuerpo en la asana: Lleva atención a cada músculo y articulación para asegurar un posicionamiento correcto de la posición manteniendo una alineación adecuada. Utiliza las bandhas como el primer paso para la alineación.
- Firmeza e inmovilidad: Junto con la alineación es importante mantenerse firme en la asana, desde la base, activando los diversos grupos musculares para estar bien anclado. Imprescindible para este punto y el anterior aplicar las bandhas con una intensidad adecuada al tipo de postura. Si es una postura más intensa o de mayor riesgo como una extensión atrás, aplicaremos con más intensidad las bandhas.
- Relajación: Una vez conseguida la firmeza y alineación el siguiente paso es relajar las partes del cuerpo que no hay que tener tensionados, empezando por la cara y acabando por los pies o viceversa. Llevando el proceso de atención a cada parte observarás la relajación automática.
- Comodidad: Hay que estar cómodo en la asana, manteniendo esa firmeza, pero sin tensionar, si necesitamos variar la posición, adapta la asana a tus necesidades del momento actual.
- Observar el cuerpo en la asana: Observar que partes estás activando, contrayendo y cuales relajando.
Segundo paso: la respiración
- Respiración: Lleva la atención a tu respiración, observando cómo se comporta, hacia donde circula el aire, que mueve al inhalar, que relaja al exhalar. Intenta tener una respiración relajada y consciente. Dependiendo de la postura podrás incluir un Pranayama concreto.
- Mirada: Atención a un punto específico, ésta mirada será la más adecuada conforme a la postura o tipo de postura. La finalidad es reposar esta mirada y mantener la atención en el presente, al mismo tiempo que observas la mente, el cuerpo y tu presencia.
Tercer paso: Meditación
- Reflejo de nuestros bloqueos: Lo que se puede reflejar en cada postura, siempre estará relacionado con la forma de actuar de nuestra mente así que será inevitable que la mente lo refleje en la postura al igual que lo hace en todos los actos de nuestra vida.
- Objetivo de la asana y profundización: Llevar intención de lo que te propone la asana en particular, por ejemplo, una extensión hacia detrás te propondrá siempre abrirte, abrir tu corazón energético, con lo que llevaremos consciencia a expandir y abrirnos en cada inhalación. Si mantenemos la comodidad podremos progresar, profundizando en la postura.
- Entrar en estado meditativo: Este es el objetivo final de todas las posturas de yoga, ser capaces de estar presente en lo que sucede en el cuerpo físico, pránico y mental sin identificados con él y entrar en un estado de calma total y de conexión con nuestro ser.
Integración de la práctica: Savasana
- Acuéstate boca arriba: Comienza acostándote en una superficie plana, preferiblemente en una esterilla de yoga o en una superficie cómoda y firme. Asegúrate de estar boca arriba, con las piernas ligeramente separadas y los brazos extendidos a los lados del cuerpo, las palmas hacia arriba.
- Alineación corporal: Asegúrate de que tu cuerpo esté alineado de manera cómoda y natural. La columna vertebral debe estar recta, evitando cualquier tensión o curvatura excesiva. Permite que los hombros se relajen hacia abajo y que las piernas caigan suavemente hacia los lados.
- Relajación física: Toma conciencia de cada parte de tu cuerpo y, gradualmente, relaja los músculos. Comienza por relajar los dedos de los pies, los pies, los tobillos, las pantorrillas, los muslos, las caderas y así sucesivamente, hasta llegar a la cabeza. Libera cualquier tensión que puedas sentir en cada parte de tu cuerpo.
- Respiración consciente: Conciencia tu respiración y permítete respirar de manera natural y relajada. Observa cómo el aire entra y sale de tu cuerpo sin forzarlo. Dirige tu atención a la sensación de la respiración en tu abdomen, pecho o nariz, según lo que te resulte más natural.
- Relajación mental: A medida que te encuentras en la postura de Savasana, intenta liberar cualquier pensamiento o preocupación que pueda surgir en tu mente. Permite que tu mente se calme y se relaje junto con tu cuerpo. Si te resulta difícil, puedes intentar enfocar tu atención en un punto específico, como tu respiración o una sensación de calma.
- Permanece en la postura: Permanece en la postura de Savasana durante al menos 5 a 10 minutos, o el tiempo que desees. Deja que tu cuerpo y mente descansen por completo. Aprovecha este tiempo para disfrutar de la relajación profunda y la sensación de calma que se puede experimentar en esta postura.
La postura de Savasana es una posición de descanso profundo y restauración. Permite que el cuerpo se relaje, reduce el estrés y la ansiedad, y ayuda a integrar los beneficios de la práctica de yoga. Al finalizar la postura, puedes despertar lentamente moviendo los dedos de los pies y las manos, estirándote suavemente y rodando hacia un lado antes de levantarte con cuidado.
Después de Savasana, tómate unos segundos para observar cómo te sientes. Agradece el tiempo dedicado a tu bienestar y permite que la calma y la serenidad se extiendan en tu vida cotidiana.